google.com, pub-1074752348845677, DIRECT, f08c47fec0942fa0 El Despertar De La Consciencia: Cuento El Niño Interior

No Hay Dios Que Buscar, Sino Universo Al Que Despertar.

Cuento El Niño Interior

En cierta ocasión, un gran y famoso profesor se dirigía andando hacia su casa después de haber impartido diversas clases. Andar le relajaba y le ayudaba a desconectar después de la concentración y el derroche de energía que implicaba todo un día dedicado a la docencia.




De las distintas rutas que podía elegir, ese día había optado por regresar a su hogar por la playa. El paisaje no conseguía distraer su atención, puesto que estaba demasiado absorto en sus engreídos pensamientos. Meditaba sobre los elogios que había recibido de los estudiantes. Rememoraba la gloria que para él había significado firmar los ejemplares de su último libro. El recuerdo de las diversas clases impartidas durante el día hacía que se sintiera orgulloso. Se felicitaba a sí mismo por lo que había hecho bien. Sí, ciertamente lo había hecho bien. Estaba orgulloso de ser bueno y de tener conciencia de ello.

Entonces hubo algo que llamó su atención. En la playa había un niño que estaba construyendo un castillo de arena. El hecho, en sí mismo, no era inusual; sin embargo, se trataba del mayor y más elaborado castillo de arena que el profesor había visto nunca.

El niño, de forma esmerada, recogía la arena con las manos y a continuación la apisonaba firmemente, aunque con delicadeza, en el lugar apropiado. Con sumo cuidado había construido torres y torretas, e incluso había colocado banderas en los parapetos. Su creación era un acto de amor.

El profesor se sentó en un banco del paseo y se puso a observar al niño. Cuando el chiquillo hubo completado su impresionante obra de arte, se tumbó a descansar en la arena y aparentemente admiró el castillo durante unos instantes.

El profesor conocía la emoción que se experimentaba en un momento así. Era exactamente el mismo sentimiento que había tenido un poco antes mientras caminaba por el paseo marítimo recordando sus logros del día.

De repente, el niño se levantó y tiró abajo el castillo, esparciendo por los alrededores toda la arena mientras observaba cómo las olas borraban cualquier vestigio de su existencia. La playa volvió a ofrecer su imagen habitual. Toda la arena quedó plana y uniforme. Era como si el castillo nunca hubiera existido.

El profesor hubiera querido gritar al niño pidiéndole que se detuviera, pero su decoro se lo impidió. ¡Qué pérdida! ¿Por qué tenía que destruir un logro así? ¿Por qué motivo un creador destrozaba su propia obra?

Deseaba preguntarle al niño por qué había actuado así, pero dudaba.

-¿Debo dirigirme a ese pequeño?, -se preguntaba a sí mismo el profesor. Se trata sólo de un niño y yo soy un gran maestro. ¿Acaso he de permitir que me vean hablando con él?.

Sin embargo, finalmente su curiosidad fue más fuerte que sus prejuicios. El profesor comenzó a andar por la arena y se dirigió al niño.

-Dime, -le interpeló, mientras permanecía de pie frente al niño, que continuaba tumbado, al tiempo que lo miraba con autoridad-, ¿por qué estás jugando con la arena?

-¿No es lo que los niños hacen?, contestó el jovencito. Los adultos me dicen que jugar es una forma de aprender, como si ello tuviera algún sentido distinto al de simplemente pasárselo bien. Hago lo que hacen los niños. Estoy jugando.»

-Me intriga una cosa, -dijo el profesor- ¿por qué motivo has empleado tanto tiempo y esfuerzo en construir un castillo tan grande y tan bien elaborado para luego, sencillamente, derribarlo? Habías creado un castillo casi perfecto y después lo has destruido, mientras contemplabas cómo las olas borraban cualquier señal de su existencia. No queda ninguna prueba de tu obra.

-Mis padres me han hecho la misma pregunta, -confesó el niño. Mi madre ve en ello un gesto muy simbólico, pero mi madre es así. Ella opina que los distintos granos de arena se pueden equiparar a cada uno de los aspectos de la humanidad. Si se utilizan conjuntamente para construir una obra y luego se los moldea y se les da con delicadeza una determinada forma, pasan a constituir un conjunto que deviene más importante que cada una de las partes que lo componen.

Ella dice que nuestra creatividad no tiene límites cuando trabajamos en equipo. Cuando nos olvidamos de nuestras relaciones con los demás y tratamos de existir como un grano de arena aislado y solitario, nuestra creatividad se destruye, de la misma forma que yo he destruido el castillo, o como el océano, al irrumpir en la playa, arrastra y esparce los millones de partículas de arena.

-Mi padre dice que es una forma de aprender aspectos de la vida. Dice que nada es imperecedero. Los castillos de arena son un ejemplo. Se crean y se destruyen. Existen y se desvanecen. Estos castillos, como todo en la vida, son efímeros. Representan nuestro viaje por la vida. Tanto los castillos como la vida son breves y temporales.

Cuando nos damos cuenta de esto podemos empezar a disfrutar del tiempo del que disponemos. Mi padre dice que construir castillos de arena es un método que tienen los niños para aprender y entender de forma intuitiva estas importantes lecciones de nuestra existencia.

-¿Y para mí?, -prosiguió diciendo el niño. Pues para mí se trata simplemente de un juego. Tal vez ello tenga algún significado, o tal vez no. Me limito a disfrutar con lo que hago. Me gusta notar la calidez del sol sobre mi cuerpo, percibir el sonido de las olas y sentir el tacto de la arena. Sencillamente me lo paso bien.

El profesor se dio cuenta de lo mucho que podía aprender de ese pequeño. Se desabrochó sus zapatos y se los quitó. A continuación se deshizo de sus calcetines y se subió las perneras de los pantalones. Se desprendió de la corbata y se sentó junto al niño.

-¿Me puedo quedar aquí?, preguntó. También me gustaría jugar.

Jamás dejes de ser un niño. Nunca dejes de sentir, gustar, ver y extasiarte ante cosas tan grandes como el aire, el vuelo y los sonidos de la luz del sol en tu interior.

Richard Bach

En el encuentro con el niño se produce el encuentro con el paraíso perdido

Las obras de los grandes pensadores, artistas y genios provienen de la frescura del niño eterno y divino que llevan dentro. Un niño que también vive en cada uno de nosotros sin importar que tengamos nueve o noventa años. Un niño que nunca pierde su capacidad de maravillarse, de emocionarse.Un niño inocente que debemos de cuidar ,proteger y amar dejandolo en libertad ,para que se pueda expreasar en su totalidad.

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